Padre Amado

Durante la primera parte del retiro empieza la oración al Padre, "Padre Amado" que frase tan difícil de pronunciar pues el concepto de padre para mí es distorsionado. Llega a mi mente como un video, una imagen donde me veo llorando de pequeñita, humillada, golpeada por mi padre, no sabía porque, pero recuerdo que con mucha frecuencia o no se si diario cuando mi papá llegaba nos pegaba a mi y a mi hermana. Era terrible la angustia cuando iba llegando la noche y mi papá iba a llegar. Me veo en el piso comiendo con mi hermana y ya sabíamos que nos iban a pegar, nos colocábamos 2 o 3 pantalones más y nos parábamos en medio de la sala a esperar el castigo con un miedo impresionante. Nos contaba los correazos que nos daba, de acuerdo al número de años que tenía cada una de nosotras ( a mí me tocaba un correazo más correazos por ser la mayor), luego nos encerraba en un cuarto oscuro que llamábamos "el depósito", yo me inventaba un monstruo para que nos sacara de allí, cuando salíamos de allí estaba mi papá sentado con mi abuelo y mi abuela, el abuelo con una gran cara de satisfacción veía como nuestro padre nos obligaba a arrodillarnos a pedirle a mi papá la bendición (generalmente eran los abuelos quienes colocaban las quejas para que nos castigaran), luego nos obligaba a ir al cuarto que compartía con mi hermana, seguíamos llorando y consolándonos mutuamente y mostrándonos los moretones, luego nos mirábamos y empezábamos a reír como dos tontas, aún no entiendo porqué lo hacíamos. Lo que mas me duele es que no logro en esta escena ver a mi mamá por ningún lado, ni su rostro que me permitiera saber si estaba de parte de mi papá o de parte nuestra, ni veo a nadie consolándonos, ni siquiera a ella.

Este cuadro se repite en mi mente muchas veces y recuerdo una conversación con mi hermana donde le digo: que rico fuese que mi papá muriera, porqué otros señores se morían y mi papá no?.

De pronto se me cambia el escenario y veo la casa paterna de mi papá, una casa en el campo con un corredor trasero, allí veo un ambiente oscuro, tenso, de mucho miedo y pobreza, veo a mi abuelo de pie, dominante, gritando, humillando a sus hijos y todos ellos en el corredor y la abuela allí sumisa y sufriendo en silencio.

De pronto veo a mi papá siendo niño como de unos siete años, acurrucado como yo lo hacía cuando me pegaban, llorando mucho y con mucho miedo, humillado, cansado, yo lo tomo en mis brazos y lo cargo y lo consuelo, le digo que no tema, que con migo está a salvo y que nadie le va a hacer daño. Luego veo unos rituales para protegerse de brujas, donde involucraban a todos los hijos. ( Debo aclarar que mi papá igualmente fue maltratado de niño y obligado a trabajar en tareas difíciles, por eso no lo dejaron estudiar).

Después en la visión que el Señor me regaló, cambia el escenario y veo a mi mamá en su casa materna siendo niña, muy mal vestida, con unos zapatos de adulta que le quedan grandes y el tacón cortado, veo mucha pobreza y mucho miedo, mi mamá llora porque ve como el abuelo golpea a mi abuela Juanita, luego veo como la golpea a ella, le da 32 correazos y ella cae desmayada. Cuando ella llora la tomo con ternura en mis brazos y le doy consuelo.

Luego veo a la mamá de mi abuela, alta, delgada, con una pañoleta en la cabeza y una falda larga, en una casa de campo, siendo también ultrajada y golpeada por su esposo que era demente.

Después escucho una voz que me dice: puedes estar tranquila, yo he roto esta cadena de hombres maltratadores contigo, mira el esposo y el hijo que te he dado. Indudablemente era el Señor que me hablaba a mi oído. Estas palabras me trajeron mucha paz y alivio.

En la hora de descanso del medio día comparto con mi esposo la experiencia vivida, y él me dice lo siguiente: "Mí amor, el Señor te quiere sanar y va a hacer una obra maravillosa hoy en ti. Imagínate que mientras oraba y alababa pude ver que el Señor como si se tratara de un alfarero removía todas las células de tu cuerpo, empezando por tus órganos genitales y sexuales y a medida que te iba restaurando yo observaba como tus hormonas se iban regulando, como colocándose en perfecto orden, incluso observé que en tu rostro poco a poco se iban sanando esas cicatrices de la piel que han quedado de tu acné, fruto de tu desarreglo hormonal". Agradecí al Señor que mi esposo hubiera compartido conmigo esa hermosa experiencia.

En la segunda parte del encuentro (en las horas de la tarde), en oración, me veo abrazando a mi papá y pidiéndole perdón por mi abandono y el poco tiempo que a el le dedico, por no haber llenado sus expectativas, por no entenderlo, por juzgarlo. El señor me pide que destine un momento para el y haga esto.

Finaliza el encuentro con una oración muy especial de alabanza y al final Gabriel, el Predicador, anuncia que se han dado varias sanaciones y que una de ellas corresponde a una mujer que fue abusada sexualmente cuando era niña o joven y que en la noche iba a tener una nueva experiencia de sanación del señor. Nunca pensé que se tratara de mí.

Me fui a mi casa, compartí con mis hijos y con mi esposo el testimonio, dándole infinitas gracias a Dios por lo que me había hecho vivir y sentía una paz inmensa como quien ha olvidado todo tipo de rencores del pasado; nos fuimos a dormir dándole gracias a Dios.

Cuando me iba a dormir el Señor me pone una nueva visión: me veo muy pequeñita, con unos 3 o 4 años, llorando mucho porque no encuentro a mi papá y el se ha ido sin decirme nada y me ha dejado en la casa de mis abuelos, allí me veo nuevamente con un plato en el piso y la abuela acurrucada, con una correa en las piernas, insistiendo para que yo coma, luego me veo en un lugar oscuro, probablemente en el depósito, mi abuelo me toma la mano y me obliga a tocarle sus partes íntimas (sus genitales), el olor es terrible y penetrante, siento que se me queda en la frente, luego siento que el introduce su dedo en mi vagina, me duele mucho, y me lastima con su uña, no puedo llorar, tengo mucho miedo y toda la fuerza la hago en la frente(en la mitad de los ojos, justo donde me inician las jaquecas), sudo, me retuerzo del dolor, mis manos y mis pies se ponen helados y sudorosos y me visualizo volviendo a experimentar esta escena tan dolorosa, siento horror al ver esa mano tan grande y tosca.

No resisto el miedo ni el dolor, ni todo lo que estoy viviendo en ese momento y recurro a mi esposo para pedirle ayuda. El me abraza fuerte y empieza a hacer oración de alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como lo había enseñado Gabriel, transcurren de 6 a 8 minutos en esa situación tan horrorosa y dolorosa, mi esposo persiste en la oración de alabanza, yo entro en un estado de pánico, lloro inconsolablemente y al cabo de un tiempo empiezo a sentir mucha paz, mucha paz y a sentir que he sido sanada de ese abuso del cual fui víctima siendo muy pequeñita y del cual no me acordaba, es decir, ese episodio no había quedado registrado en el consciente pero sí en el subconsciente. Nunca me imaginé que a mí me hubiera pasado esto siendo niña, lo que sí sabía era que mi hermana también había sido abusada por el abuelo en su niñez.

A pesar de todo, no siento ningún rencor con mi abuelo, al contrario sentí la necesidad de rezar por él un Padrenuestro por su eterno descanso .

Pasada esta experiencia, en compañía de mi esposo, empezamos a hacer oración de alabanza abrimos la Biblia en el Salmo 147 y allí encontré esto tan hermoso: "Dios edifica a Jerusalén;
A los desterrados de Israel recogerá.
El sana a los quebrantados de corazón,
y venda sus heridas
", y así cada uno de los salmos siguientes (Hasta el 150) se conviertieron en una alabanza para Nuestro Dios.

Al despertarnos al día siguiente nos dirigimos al Oratorio con nuestros hijos y oh sorpresa que al abrir la palabra de Dios con las lecturas de la liturgia del día, me encontré que el Señor me seguía hablando y sanando a través de su palabra. En el libro de Isaías 65,17 y ss leí: Esto dice el Señor: "Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; ya no recordaré lo pasado, lo olvidaré de corazón. Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por lo que voy a crear: Convertiré a Jerusalén en júbilo y a mi pueblo en alegría. Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo. Ya no se oirán en ella gemidos ni llantos…"

Y en el Salmo 29 Leí: "Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste… El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo". Y el evangelio del día hacía alusión a la sanación del hijo del funcionario real (Jn 4, 43-54), me dijo: "Si no ven ustedes señales y prodigios, no creen". El Viernes pasado, dos días antes del retiro, en oración de alabanza, el Señor me había mostrado una cita bíblica que en principio al leerla no la entendía (Lucas 20,5), pero que al meditarla después y en el contexto de mi experiencia de sanación, entendí que el Señor Jesús me estaba pidiendo que le creyera, no sólo que creyera en él si no que le creyera. Y para manifestar su gloria, hizo este proceso de sanación en mí. Siento que he sido sanada tanto interiormente, de las heridas de mi pasado, del maltrato y el rechazo de mi padre y del abuso de mi abuelo; sino también de mi desarreglo hormonal y de mis jaquecas que por tanto tiempo me han atormentado. Debo decirles que a los 14 años sufría de unas hemorragias muy fuertes y tuvieron que hacerme un curetaje por el desarreglo hormonal que se me había generado; esto puede explicarse desde la no aceptación de mi feminidad (dolía ser mujer), y la figura masculina la veía amenazante y castigadora, pues esta era la información que yo tenía de acuerdo a mis vivencias. He tenido problemas de acné sobre los cuales los dermatólogos han encontrado su explicación en el desequilibrio hormonal, ligado a la experiencia vivida en mi niñez (pareciera que al tener distorsionada la imagen masculina, el organismo compensara esto produciendo más hormonas masculinas o andrógenos que generan el acné). Igualmente he sufrido desde mi adolescencia de unos fuertes dolores de cabeza de los cuales me siento sanada al experimentar que este tuvo su origen en el abuso de mi abuelo, porque entendí al volver a vivir este momento, que se me generaba un fuerte dolor entre las cejas (en la frente), pienso que allí está el origen de tales dolencias.

Siento que he podido perdonar a mi padre y a mi abuelo, el Señor me regaló el don del perdón, me he perdonado a mí misma y si algún resentimiento tuviere contra Dios creo que le he perdonado también.

Quise escribir este testimonio de sanación interior y física para dar Gloria a Dios mi Señor, para que quienes lo escuchen o lo lean sepan que así como Dios derramó su amor misericordioso sobre mí para sanarme y limpiarme de la basura del pasado, también lo puede hacer contigo, pues eres criatura suya e igualmente te ama también a ti con amor ardiente, sólo espera que tú llegues a él, que como el Hijo Pródigo, te reconozcas pecador y necesitado de su amor y salgas a buscar a tu Padre para que El pueda salir a tu encuentro a abrazarte porque eres tú hijo y porque El te ama con amor eterno.

MONICA