El Señor salió a mi encuentro

28 de septiembre del año 2001, día en que Cristo dividió la historia de mi vida, en un antes y un después.
Sin Cristo vivía envuelta en la más fría oscuridad, soportando a diario la dolorosa angustia y soledad que había en mi corazón. Estaba sumergida en la depresión, en el llanto, en la desesperanza, me había abandonado a la infelicidad para siempre; no creía en nada ni en nadie ni siquiera en mí misma; me consideraba incapaz de progresar, de hacer algo bueno, incapaz de amar esperando siempre ser amada, no tenía aspiraciones ni proyectos, no anhelaba nada, sólo me encerraba en mi cuarto y lloraba desconsoladamente y la desesperación por ser feliz oprimía más y más mi corazón y el dolor crecía. Simplemente no vivía, era como una flor artificial, sólo parecía que vivía pero estaba muerta por dentro. Por las noches me acostaba con la esperanza de no despertar al día siguiente y al no suceder esto maldecía cada mañana por estar viva.
Lo único que deseaba era terminar como sea con esa amargura que día a día se profundizaba.
Por mi cabeza pasaron muchas cosas por hacer, muchos caminos se me presentaron, fáciles y atrapantes. Ninguno de ellos tomé, pero sí pensaba continuamente en la muerte. Era el camino mas rápido para acabar con todo esto.
Pero el Señor salió a mi encuentro y fue él quien arrebató mi vida con su dulce amor antes de que yo lo hiciera movida por el dolor.
Ese día moría a todo el mal que padecía y renacía a una nueva vida. El Señor transformaba mi flor artificial en una bella flor natural, creada por sus propias manos y, desde entonces, regada día a día por su divina gracia, protegida por su infinito amor, fortalecida por su Espíritu, limpia de cualquier bichito por su misericordia.
¡Dios comenzaba a vivir en mí!!!
Y por la gran misericordia que tuvo y que tiene conmigo, no tengo más que devolverle amor por amor. Por eso cada día lo elijo a él como mi único ideal, como aquel que me da vida porque es la VIDA. Elijo sus caminos ciertos y seguros, porque él es el Camino; elijo su Palabra, porque él es la Verdad.
Doy gracias a Dios por todo lo vivido en este tiempo, pero por sobre todo por todo el sufrimiento y la soledad que he vivido. De otra manera no habría conocido a Jesús. Si en mi vida todo hubiera sido color de rosa, aún hoy estaría viviendo una falsa felicidad y ¡qué pobreza la mía!!!
Dios es todo para mí, Su amor sólo me basta para ser plenamente feliz.
Bendito seas, Señor, ¡única alegría de mi alma!!!
Testimonio anónimo