
¡Para Dios no hay nada imposible! (Lc 1, 37)
Un prodigio del Señor testimoniado en la jornada de la RCC de San Salvador de Jujuy, que se realizó del 19 al 20 de abril de 2007
En mis 35 años de vida, a Dios gracias, siempre tuve muy buena salud y mi vida se desarrollaba normal pero lamentablemente lejos de Dios. En enero del año pasado, almorzando con mi familia, me descompuse y entré en un cuadro de convulsiones. Fui atendido con urgencia en el hospital Pablo Soria y quedé internado en terapia intensiva. El primer diagnóstico: “un tumor en el cerebro”; lo que se confirmó a través de una resonancia magnética. Pasados tres meses se repitieron los estudios y se comprobó la existencia del tumor y desde un principio estuve estrictamente medicado y a dieta.
Junto a mis cuatro hijitos y mi señora, no acostumbrábamos ir a Misa ni a leer la Palabra, pero el Señor siempre tiene sus caminos para llegar a nosotros. En junio nos invitaron a un retiro de matrimonios en La Almona y allí me encontré con Diosito, me entregué a él y comprendí lo que es vivir el sacramento del matrimonio. Desde entonces, mi vida fue cambiando de la mano de Dios y de mi familia. Poco tiempo después, me invitaron a una convivencia en La Almona, lo que me hizo seguir creciendo en la fe. Estas experiencias nos ayudaron a pedir diariamente como familia por mi salud, también oraban mis hermanos del grupo de matrimonios.
Fue entonces, en el mes de agosto, que nos invitaron a una Jornada de Evangelización y de Sanación Interior, con la presencia de dos jóvenes evangelizadores de la Renovación Carismática Católica: Gabriel Rinaudo y Pablo Collazo, en la capilla Virgen de Luján.
Participé de las dos jornadas, pero ya el primer día en plena oración, sentí la mano de Dios acariciando mi cabeza y un calor inmenso en todo mi cuerpo. Cuando el evangelizador preguntó y aseguró que hubo sanación de una enfermedad en la cabeza, yo por desconocimiento me callé.
Pasado muy poco tiempo, y antes de viajar a Córdoba con mi esposa por un chequeo, recibí la unción de los enfermos de manos del padre Carlos Mondino, previa confesión profunda. Debían realizarme estudios intensivos y complejos para analizar el tumor.
Pero como para Dios no hay nada imposible, después de los estudios y análisis los médicos NO encontraron NADA en mi cerebro y decían asombrados: “¡Es un milagro lo que ha sucedido!”
¡Bendito y alabado seas Jesús! Hoy eres el Señor de mi vida y te servimos en familia en la Comunidad de San Cayetano de la Parroquia Medalla Milagrosa de Alto Comedero.
En la actualidad mi vida continúa normalmente pero agradando siempre a Dios que dispone de mis tiempos, porque sólo él se merece toda alabanza.
¡Gloria a ti, Señor!
Alfredo Alejandro Valencia